Anécdotas inesperadas de la videoteca Liberarte, un lugar que cierra y ya es leyenda

En semanas no volverá a abrir sus puertas; de allí se llevaron películas Emir Kusturica, Florencia Kirchner y hasta el profesor Jirafales entre otros; qué pasó y por qué termina un lugar único para la cultura argentina




Felipe toma café en un bar de San Telmo donde los coquetos muros ostentan fotos de visitantes famosos. Las mira y piensa... "Si nosotros hiciéramos lo mismo, no nos alcanzarían las paredes". Es que por los 120 metros cuadrados de su local pasaron innumerables celebridades. Actores, directores, referentes políticos. Entre todos hicieron de la Videoteca Liberarte un espacio cultural único en el mundo. Un "club de cinéfilos" reconocido al rededor del planeta que, sin embargo y como tantos otros, no soportó los cambios del mercado.


En la videoteca hay más de 12.000 títulos.  Foto:  LA NACION  / Guadalupe Aizaga
Cerrará sus puertas. El histórico videoclub de la Avenida Corrientes 1555, creado por el Partido Comunista a fines de los '80, dejará de funcionar en breve y su destino, por ahora, es incierto. Durante más de 25 años el lugar se convirtió en un anecdotario de socios-personajes ligados a la cultura. Desde Emir Kusturica hasta Lucrecia Martel, pasando por China Zorrilla, Pipo Mancera, Florencia Kirchner y hasta el profesor Jirafales. Sí: el profesor Jirafales.


Por el lugar pasaron cientos de figuras de la cultura.  Foto:  LA NACION  / Guadalupe Aizaga
Desde su creación hasta hoy, la videoteca cuenta con unos 30.000 socios. Entre ellos artistas y cinéficos de culto, pero también estudiantes, investigadores, periodistas y miles de curiosos. "Muchos vienen en busca de directores clásicos, pero la nuestra es una colección de cine universal. Está todo. A la gente le da vergüenza pedir "Rescatando al soldado Ryan", ¡pero la tenemos!", cuenta entre risas Felipe Bonacina, uno de los responsables del lugar, que hace unos 16 años tomó el lugar de Diego, su padre, uno de los fundadores del lugar, fallecido en 1998.


Un viejo proyector, todavía en buen estado.  Foto:  LA NACION  / Guadalupe Aizaga
UN SINFÍN DE ANÉCDOTAS

Ya al frente de la videoteca, Felipe, que además es periodista y músico, viajó a París y fue a visitar uno de los locales más famosos de Europa. Frente a los jardines de Luxemburgo, "Vidéosphère" tiene una colección envidiable. "¿Así que usted es de Buenos Aires?", curioseó el dueño. "Es la ciudad más cinéfila del mundo y tiene un videoclub todavía más completo que el nuestro. Está cerca del Obelisco". Felipe no atinó a contar quién era. En ese momento cruzó la puerta Agnès Varda y el lugar se paralizó.


Felipe Bonacina es uno de los responsables del lugar desde hace 16 años.  Foto:  LA NACION  / Guadalupe Aizaga
En la videoteca de Liberarte hubo y pasó de todo. "Cuando la gente se empezó a enterar del cierre, todos dijeron lo mismo. Que van a extrañar, más allá de las películas, el lugar físico", cuenta nostálgico Felipe, quien recibió a LA NACION en medio de cajas repletas de títulos y anaqueles semivacíos. Habla del "Titanic a vela" en el que se convirtió el lugar. Una estructura invaluable, pero pesada, difícil de llevar adelante.


Es incierto el destino de las miles de películas.  Foto:  LA NACION  / Guadalupe Aizaga
"Yo he leído muchísimo sobre teorías y críticas de cine, pero a mí no me interesa eso. A mí me interesa el brazo largo que tiene el cine. Que es la capacidad para reunir gente, experiencias", reflexiona. Una de esas experiencias la compartieron hace poco con la hija de un socio. El hombre había ido a charlar y a conseguir películas, pero de vuelta a casa sufrió un ataque al corazón y murió. La joven fue a Liberarte días más tarde. Pidió disculpas por la demora para devolver los DVDs y le pidió al encargado que le cuente cómo habían sido los últimos minutos de su padre, quien seguramente había conversado sobre algún viejo director.


Hasta hoy, el lugar está desarmado en un 40 por ciento.  Foto:  LA NACION  / Guadalupe Aizaga
Como aquel hombre, miles de socios, celebridades y no, pasaban a menudo por las góndolas repletas del la videoteca Liberarte. Desde Charly García, que llegaba desordenaba como un niño y se iba, hasta el legendario Héctor Olivera, director de "La Patagonia rebelde", que llegó un día a pedir prestadas películas suyas... que no tenía.


Los dueños del proyecto no pueden afrontar el costo del alquiler.  Foto:  LA NACION  / Guadalupe Aizaga
El viraje digital de la industria del cine atentó contra el modelo de esta videoteca, que dejará de existir tal como se conoció hasta hoy, entre otras cosas, porque el alquiler del local es demasiado costoso. Sus dueños lo entienden y no se quejan. Saben que han dejado un enorme legado y apuestan a que ese "Titanic a vela" vuelva a flote en otras manos. Se trata de más de 15.000 títulos. 30.000 horas de cine. Unos 1250 días de películas que esperan seguir siendo vistas.


El lugar fue declarado de interés cultural por la Ciudad.  Foto:  LA NACION  / Guadalupe Aizaga
Fuente: La Nación
Texto: Tomás Rivas
Fotos: Guadalupe Aizaga

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